Detrás de la cálida sonrisa que siempre muestra el conocido padre Sergio Valverde Espinoza se encuentra un hombre muy valiente y de mucho carácter, que en más de una ocasión le ha hecho frente a la muerte con tal de defender a los más desprotegidos, especialmente, a los niños.
Actualmente, Valverde es conocido y admirado por muchos, debido a las grandes cosas que ha hecho con la asociación benéfica Obras del Espíritu Santo, pero hace 20 años la situación era muy distinta, cuando apenas era un sacerdote que llegó a hacerle frente a la criminalidad que reinaba en su amado barrio Cristo Rey, en San José.
Quien recibe su abrazo y sus muestras de cariño jamás se imaginaría que ese amable hombre una vez estuvo de rodillas y con un revólver en su boca, todo por querer darles un futuro mejor a los niños y vecinos del barrio josefino que lo vio nacer.
“Me golpearon y me pusieron un revólver en la boca, aún lo recuerdo como si fuera ayer”, dijo el padre Sergio.
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Pero en medio de esa terrible situación, donde sintió que la vida se le esfumaba, Valverde demostró el carácter y el valor que siempre lo han caracterizado, al punto de que se llegó a ganar el respeto de esos delincuentes, quienes estuvieron a punto de quitarle la vida.
Denuncia lo inició todo
Aunque no recuerda con exactitud la fecha en la que ocurrió ese espantoso hecho, el padre Sergio está muy seguro que fue hace, aproximadamente, 20 años, cuando él apenas estaba dando sus primeros pasos como sacerdote en Cristo Rey, donde había sido enviado por Monseñor Hugo Barrantes para evitar que cerraran la parroquia debido a la inseguridad,
Según el padre Sergio, esa situación se originó por una denuncia que él presentó ante cierta autoridad, informando sobre el supuesto traslado de armas y drogas por esa localidad. Recordó que esos datos los recibió de un chiquito que asistía a su parroquia.
“Yo puse la denuncia, dije las cosas que estaban pasando en un papelito y se lo di a la autoridad a la que debía dárselo”, recordó.
Los días pasaron con normalidad, hasta que llegó un sábado que quedará para siempre en la memoria del sacerdote como uno de los días más difíciles de su vida.
“Recuerdo que era un sábado, porque ese día había celebrado misa y recién había terminado. Escuché que arrancaron el portón de la casa cural, que luego la hice un albergue en el que vivo con los chicos desde hace 20 años y, de pronto, llegaron como nueve sujetos en un carro.
“Me agarraron, me golpearon y me patearon; yo sentí un gran susto y recuerdo que tenían acento extranjero, si no me equivoco eran colombianos y uno de ellos venezolano”, recordó.
Sentía miedo, pero no por su vida
En medio de los golpes y las patadas, el padre Sergio no entendía el motivo del ataque; simplemente, pensaba que se debía al descontento que estaba causando su obra en Cristo Rey.
Pero más allá de preocuparse por su propia vida había algo que lo angustiaba aún más en ese momento.
“Yo solo sentía miedo de que se metieran un poquito más adentro de la casa cural, porque habían unos chiquitos; yo temblaba, pero por ellos, no por mí, porque mi vida se la entregué a Dios y algún día tengo que morir, pero yo sentía miedo de que les hicieran algo a los chiquitos”, recordó.
Ante esa angustiante situación, el padre Sergio tomó una decisión, se dijo así mismo que si esos hombres daban un paso más hacia donde estaban los niños, él se iba a enfrentar contra todos esos sujetos, aunque eso le terminara costando la vida.
“Se veían unos a otros. como puestos en fila de frente y yo nada más le rogaba al Espíritu Santo y a la Virgen de Los Ángeles que no entraran ahí, porque yo no lo iba a permitir”.
“Si ellos entraban y encontraban a los chiquitos, ¿qué iba a hacer yo?, me van a matar, pero yo no iba a permitir que les hicieran nada”.
— Padre Sergio Valverde.
Traición le dolió en el alma
El sacerdote se dio cuenta que los sujetos armados habían venido por él y no por los niños, cuando el supuesto jefe de estos les ordenó a los demás que lo levantaran del sillón al que lo habían tirado para meterlo al carro en el que llegaron.
“Me pusieron las manos hacia atrás y me iban a sacar de la casa cural, como que me iban a montar a un carro que tenían afuera, pero algo pasó ahí, porque se detuvieron y el que era como el jefe les dijo que no, que me llevaran al interior, donde estaba el sillón”.
En ese momento, ocurrió una situación muy dolorosa para el sacerdote, mucho más que la brutal golpiza que le habían dado esos sujetos.
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“Pasó algo que yo nunca me hubiera imaginado en la vida y que es una de las cosas que más dolor me ha causado. Uno de ellos se metió la mano dentro de la jacket, sacó un papelito y me dije: ‘Mire’, y ahí estaba todo el dibujo de por donde yo había dicho que iban a entrar unas armas, en qué carro las iban a llevar. Era el papelito que yo lo había entregado a la Policía”.
“Era el mismo papel que yo había dibujado, no era ni copia ni nada, era el mismo”.
— Padre Sergio Valverde.
Valverde dijo que en ese momento el mundo se le vino encima, pues se sintió traicionado y pensó que ese iba a ser su fin.
“Yo lloraba, no solo de miedo, sino por lo que significaba eso, porque yo siempre he creído en las autoridades, porque la Biblia dice que la autoridad viene del cielo y he tratado de ser honesto y creerles a las autoridades, y para mí eso eran mis valores, era mi todo, era como mi patria destruida”.
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De los de verdad
Mientras los ojos se le llenan de lágrimas que, de a poco, recorren sus mejillas, el padre Sergio recordó ese duro momento en el que uno de los sujetos le puso un revólver en la boca, mientras el resto también lo apuntaban. Él no suplicó por su vida, solo le pidió a Dios que guardara a los niños para que no les hicieran ningún daño.
“Guardaron silencio y uno en un protocolo, literalmente, se pusieron de frente y el que era como el líder se quitó un guante y me dio un manazo en la cara, pero no fuerte como los otros golpes que me habían dado, y recuerdo que me dijo: ‘Este sí es de verdad, usted de verdad ama a los chamos’, luego todos pasaron y me dieron el mismo manazo, pero no como un golpe sino como ‘ánimo’ casi lo más cercano a eso”.
El alma le volvió al cuerpo al padre Sergio tras esa terrible experiencia; sin embargo, los maleantes le hicieron una fuerte advertencia antes de retirarse-
“De inmediato, me dijo (el jefe de los sujetos): ‘Eso sí, primera y última vez’, pero no aprendí, porque siempre lo hago (dijo entre risas), pero es que solo así se puede enfrentar el mal de frente, aunque cueste la vida”, destacó Valverde.
Pese a que en aquel entonces esa traición le hizo el corazón pedazos, el sacerdote aseguró que él sigue confiando en las autoridades y el trabajo que realizan, pues está seguro de que son muchos más los buenos que los malos.