Una mujer delató a su esposo y eso permitió que el llamado crimen del zapatero de la antigua Penitenciaria, se resolviera.
Ese fue un homicidio conmovió a la avenida 10 de San José, cuando el cuerpo de José Calvo Calvo de 63 años, fue encontrado en su apartamento.
Calvo vivía cerca de la parada de buses de Hatillo y su muerte se descubrió el 13 de junio de 1977, luego de que un vecino llamó a la policía para informar que en el apartamento del hombre se escuchaban gritos.
El hallazgo se dio a las 8:30 de la mañana, Calvo era una persona muy conocida en esa zona, era zapatero en La Reforma y también en La Penitenciaria.
El apartamento era de dos pisos y estaba ubicado 100 metros al norte y 125 al este del antiguo supermercado La Castellana, ahora hay un Palí.
Cuando la Policía llegó confirmó que el hombre estaba fallecido. El cuerpo estaba en la primera planta de la casa.
La Policía Técnica Judicial (PTJ) llegó para hacer el levantamiento del cuerpo e informó que el hombre tenía dos heridas profundas en la cabeza.
Al principio se creía que lo atacaron con una platina; sin embargo, en la vivienda no encontraron el arma homicida.
“Hasta ese momento se decían varias versiones de que lo habían matado y hasta que se había caído desde el segundo piso y se había golpeado, porque en la casa no había nada que faltara, o que indicara que era un robo o un asalto, algo con mucha violencia”, dijo Roy Rojas, quien trabajó en la Policía y conocía a José Calvo.
En el sitio no encontraron la supuesta arma homicida, pero la posición del cuerpo revelaba que el hombre se había arrastrado como queriendo poder salir a buscar ayuda.
Los forenses se encargaron de levantar el cuerpo y también se llevaron como prueba un cenicero que tenía varias huellas.
Cuando los vecinos empezaron a hablar con los investigadores, uno le aseguró a los de la PTJ que una mujer llegó a eso de las 2 de la mañana y tocó la puerta del apartamento.
Aquel testigo contó que él se encontraba cerca de la cantina El Avión, por lo que se percató de los movimientos de la mujer. El fallecido vivía en aquel lugar solo.
Poco después de esa declaración, el forense a cargo del caso informó que no había duda de que se trataba de un homicidio.
Según se lee en La Nación de aquella fecha, el forense aseguró que una discusión detonó el crimen. La víctima fue atacada en el segundo piso y el hombre bajó para tratar de defenderse.
Una hija del zapatero, en una declaración a ese mismo medio, aseguró sentirse muy dolida; sin embargo, comentó que ellos no tenían contacto con su papá desde varios meses antes del homicidio.
Los oficiales empezaron a seguirle la pista a esa misteriosa mujer, que el vecino aseguró era la sospechosa del crimen.
Dos días después del asesinato, fue detenida en su casa en Colonia Kennedy, las investigaciones permitieron determinar que era la misma mujer de apellido Araya con la que vieron a Calvo la tarde antes del crimen, ellos eran amigos desde hacía un año, ella lo vio afuera de su apartamento y por varios minutos estuvieron conversando.
Después decidieron ir a tomarse algo a la cantina “El avión”, ubicada cerca del hogar del zapatero. Y a las 5:30 de la tarde don Juan decidió que era hora de irse para su casa.
Cuando los agentes de la PTJ la detuvieron, ella aseguró en todo momento que su marido de apellido Montoya era el responsable de la muerte del zapatero y que ella no pudo hacer nada.
Incluso, las autoridades estuvieron valorando si le allanaban la casa al hombre, pero el 17 de junio lo detuvieron en la ciudadela 15 de setiembre. Con algunos detalles que dio Araya, ya el caso estaba esclarecido.
Montoya era conocido por la policía ya que tenía antecedentes por asalto. Cuando le preguntaron por la muerte del zapatero y lo interrogaron, él aceptó los cargos, pero aseguró que la muerte se dio cuando el trató de defenderse en una riña.
¿Qué pasó?
Ese día, la mujer y su esposo se vieron a las 7 de la noche, luego de que ella estuvo en la cantina con la víctima.
La pareja decidió ir a divertirse en el salón Gran Oriente, en Hatillo centro, en la actualidad esa construcción está en ruinas, y después se fueron a seguir la fiesta al salón La Guaria, en la misma comunidad.
Según la investigación, a la medianoche pararon el bailongo y el hombre le pidió prestado dinero a la mujer para poder pagar la cuenta de lo que se habían tomado.
Él aseguró a los oficiales que mientras iban caminando para la casa cayeron en cuenta de la mala situación económica que estaban atravesando, solo tenían 10 colones para toda la semana (en la actualidad cerca de 2000 colones). Ellos tenían una hija que alimentar y con eso no lo iban a lograr.
Recordaron que a don José le iba bien porque tenía fama de ser un buen zapatero, trabajaba fino, y entonces Araya tuvo la idea de que podía pedirle prestado porque eran amigos, y fijo la iba ayudar porque era una buena persona.
“Para la policía, esa parte de la historia no era cierta, ellos planearon asaltarlo, no pedirle 20 colones, pero ellos insistieron en sostener esa idea”, dijo el amigo.
Decidida a no esperar más, la mujer se fue a la 1 de la mañana para el apartamento de Calvo, tocó la puerta y el señor se quedó extrañado de por qué ella llegó a esa hora, era demasiado tarde.
Sin dejar pasar el tiempo la mujer le pidió los 20 colones y en ese momento él le dijo que solo le podía prestar 10.
Montoya había ido con su esposa, pero se quedó esperándola a los 50 metros y después de varios minutos, como no salía, decidió entrar al apartamento. Allí se produjo una discusión.
Según la narración, Calvo agarró un martillo para defenderse y, según el asesino, se lo iba a arrebatar, pero en la lucha lo hirió con el martillo.
El sospechoso le quitó al zapatero un anillo y una cadena, además de un reloj. Después de eso la pareja camino como 100 meros y escapó en un taxi.
El martillo no apareció en las escena del crimen, pero el sospechoso dijo que se lo llevó y lo dejó en Colonia Kennedy.
El sujeto fue condenado por el delito de homicidio, descontó la pena y falleció en el 2014. Mientras que la mujer no fue sentenciada, ella aún vive.
“Él era alegre y buena gente, le gustaba conversar mucho y la última vez que lo vi quede en llevarle a que me reparara unos zapatos que me gustaban mucho para trabajar y esa misma semana fue que lo asesinaron, él era bastante solo y por eso era que se había hecho de varias amistades. Su muerte fue algo terrible porque fue por despojarlo de sus bienes y era una persona que hubiera dado lo que tenía por ayudar, la gente siempre dice que ahora pasan cosas muy feas, pero esto ha sido de siempre”, dijo Rojas.
El criminólogo Gerardo Castaing asegura que él conoció a don José, aunque no estuvo relacionado a la investigación judicial.
“Él era maestro de zapatería en la Penitenciaria Central y luego en La Reforma, lo conocí cuando yo estuve trabajando en la Penitenciaria, recuerdo que fue asesinado, él vivía en una zona que era peligrosa y de constantes asaltos, sí recuerdo que vivía solo”, dijo Castaing.
“Era una personas buena gente, trabajadora, la verdad un tipo excelente, a los años conocí a sus hijas que trabajaban en el Poder Judicial”, añadió.