El papel aguanta todo lo que le pongan. Esa frase muy común entre los ticos para resaltar que entre las buenas intenciones y hacerlas realidad hay un mundo de diferencia y es casualmente lo que pasó con la llamada ley contra el maltrato animal, que entró a regir en junio del 2017.
En ese momento los defensores de los animales, que afortunadamente en este país son muchos, brincaron en una pata pero hoy, dos años y medio después, no brincan de la alegría, más bien marchan como forma de protesta porque la situación sigue igual que antes de que se aprobara la Ley de Bienestar de los Animales.
La tarde de este domingo, por ejemplo, hubo una marcha que salió de la estatua de León Cortés al parque Central. En ella estuvieron las rescatistas Irene Aguilar y su hermana Kathia, fundadoras de Ayuda Animalista, quienes atendieron este 2019 dos mil casos de maltrato animal y en las primeras semanas de este 2020 la situación pinta igual, ya sea con perros, gatos, o lo que se mueva.
Casos hay hasta para tirar para arriba, pero las carencias son aún mayores y lo peor, sin respuestas. La ley se aprobó sin recursos para las instituciones responsables de hacerla cumplir, como lo denuncian tanto el Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa) como el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), principales encargados de atender estas situaciones.
La ley solo vino a ponerles más trabajo, como si no abundara con tanta delincuencia, pero sin personal ni equipos para atender estos casos. Cuando los políticos dejen de ser populistas y jugar para la gradería de sol comenzaremos a hacer las cosas como Dios manda, ¿pero cuándo será?