Como si esto fuera poco, está la violación de las órdenes sanitarias establecidas por las autoridades de salud para tratar de minimizar los efectos de la pandemia. En pequeños espacios insalubres se reúne gran cantidad de personas quienes en lo que menos piensan es en el contagio el que luego llevarían a sus casas.
Y a ese combo nefasto de irregularidades se le pueden sumar asesinatos, como el ocurrido recientemente en una gallera en San Juan Chiquito de Esparza.
Y es que si estos encuentros eran nocivos antes de la aparición del coronavirus, ahora lo son más, pero se siguen dando como si en este país no pasara nada. El más reciente golpe lo dieron las autoridades en Gúacimo, Limón, la tarde del sábado. Decomisaron ocho gallos de pelea.
Las penas son tan ridículas para esta barbarie que nadie la para. De tres meses a un año de prisión es el castigo para el organice las peleas, dice la Ley de Bienestar Animal.
Y tras de que deben cobran, porque la Asociación Nacional de Criadores de Gallos demandó al Estado costarricense ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por prohibir estas peleas y la cría de estos animales porque la prohibición, según ellos, va contra una actividad tradicional.