Don Sergio Barahona Conejo es un milagro, ya que él sobrevivió al ataque de una terciopelo cuando apenas tenía cinco añitos, ahora tiene 52.
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Durante los últimos días en La Teja le hemos contado las historia de varias personas que han sobrevivido a los ataques de una terciopelo, especie que provoca el 50 por ciento de las emergencias causadas por serpientes venenosas en el país, según datos del Instituto Clodomiro Picado.
Don Sergio nos quiso contar su historia y nos comentó que su familia siempre ha vivido en Tres Ríos, en La Unión, pero que su papá siempre trabajó en el campo, por lo que en 1974, los invitó a pasear a Sarapiquí, ya que en ese momento breteaba en ese lugar
“Donde está la catarata del Ángel, eso era pura selva, recuerdo que nos llevó a mi hermana, a mi mamá y a mí. Estábamos en la selva y nos sentamos frente a la catarata para observarla porque era algo muy bonito, claro jamás nos percatamos de que debajo del tronco había una serpiente, que al sentir el peso reaccionó.
“Todos salieron corriendo creo que hasta yo que estaba bastante pequeño y no me di cuenta de que me mordió, pero mi mamá se asustó porque vio que tenía una mordedura en el brazo y me empezó a salir sangre por los oídos y por la boca. Mi papá de inmediato supo que era una terciopelo, él las conocía porque estaba acostumbrado a verlas y la mató”.
Para esa familia lo más angustiante es que en aquel momento la calle era de tierra y no tenían cómo movilizarse al hospital. Ellos lograron llegar hasta donde pasaba el bus y subirse con la serpiente que habían metido en un saco, pero en el camino tuvieron que tirarla porque aunque estaba muerta seguía moviéndose.
A Sergio lo llevaron hasta la clínica de Sarapiquí. La sincejas lo mordió en el brazo izquierdo, cerca de la axila.
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“Ahí me trataron y me estabilizaron, después me llevaron al Hospital Nacional de Niños, pero les dijeron a mis papás que era un caso complicado. Me trataron por 15 días, me operaron y me quitaron piel de la pierna para hacerme un injerto. La operación fue increíble porque mi brazo se ve perfecto, por eso yo vivo agradecido con los doctores del Hospital Nacional de Niños, toda mi admiración para ellos”, dijo Barahona.
Incluso este sobreviviente nos contó que a él le sacaron veneno de la terciopelo por los tobillos.
“Mi mamá tuvo mucho miedo de perderme, ella le pidió mucho a la Virgen de Los Ángeles por mí, más que los doctores le dijeron que era delicado, por eso siempre voy a agradecerle a la virgencita en las romerías y me voy desde San José, ya han sido muchos años, pero los últimos dos se me ha complicaron por la pandemia, pero espero volver este año.
“Tuve que ir mucho tiempo al hospital para los controles, pero los doctores siempre me apoyaron y me dijeron que enseñara el brazo y me sintiera orgulloso porque fue un milagro de Dios, a muchas personas que los ataca una serpiente les tienen que amputar sus extremidades, no son tantos los que mueren, pero sufren secuelas”, dijo don Sergio, quien trabaja como subgerente de un supermercado de Walmart.
Don Sergio asegura que ha sido doblemente afortunado pues no arrastra secuelas por la mordedura, él nos comentó que cuando leyó los reportajes de La Teja se sintió muy bendecido al ver que otras personas siguen batallando.
“Yo la verdad hago mucho deporte, me gusta correr y mantenerme muy activo, con los años nunca me dijeron que me tuviera que cuidar de algo, si le confieso que padezco de la presión alta, pero no creo que sea por eso sino más bien por algo hereditario”, dijo.
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Este hombre asegura que a él le llegan flachazos de lo que le ocurrió, ve la catarata y se ve sentado en el tronco.
Eso sí, reconoce que no les agarró miedo a las culebras porque al ser su papá cuidador de fincas más bien se les ponía al corte en los cafetales.
“No volví a ese lugar (la catarata) no me llama la atención”, dijo el esposo, papá de tres hijos y abuelito de dos nietos.
Aunque muchas personas piensan que el veneno de las serpientes queda en el cuerpo, el doctor Andrés Hernández Bolaños, regente farmacéutico del Instituto Clodomiro Picado explicó que después de recibir el antídoto esto no ocurre.
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“El antiveneno es una mezcla de anticuerpos equinos (de caballo) que tienen especificidad contra las toxinas del veneno. De esta forma, al entrar al torrente sanguíneo, los anticuerpos se empiezan a unir a las toxinas, las inactivan con esta unión dado que sus lugares de acción quedan inhabilitados y posteriormente y ya sin acción el cuerpo los elimina en cuestión de horas o días”, indicó Bolaños.