Judy Moise llora cada vez que intenta hablar del costarricense Álvaro González Montoya. Aún le duele haber perdido a su querido amigo a manos de Dorothea Puente, una despiadada asesina en serie que vivió en California, Estados Unidos.
Bert Montoya, como era conocido Álvaro en aquel país, fue una de las nueve víctimas de la maldad de Puente, quien hizo diabluras entre 1982 y 1988; de hecho, la investigación por la desaparición del costarricense les permitió a las autoridades descubrir que Dorothea había enterrado en el patio de su casa a siete de esas víctimas, entre ellas González Montoya.
— El 11 de diciembre de 1993, Dorothea Puente fue sentenciada a cadena perpetua. Ella murió el 27 de marzo del 2011 en prisión, para ese momento tenía 82 años.
Esta trágica historia forma parte del documental “El peor inquilino”, producido por Netflix y el capítulo lleva por nombre “Llámenme abuela”; le pusieron así porque la asesina se ocultaba detrás de la imagen de una dulce abuelita que recibía en su hogar a personas con problemas mentales o de adicción.
Al final los mataba para dejarse los cheques del seguro social que recibían.
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Una de las protagonistas del documental es Judy Moise, la trabajadora social que sacó a González de las calles de Sacramento, en California, para llevarlo hasta la casa de Puente en busca de un lugar en el que, se suponía, iba a estar seguro y bien atendido.
Fue Judy quien denunció la desaparición de Bert porque nunca creyó el cuento inventado por Dorothea Puente, quien juraba que Álvaro había decidido regresar con su familia.
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La Teja trató de contactar a Judy para conocer de la estrecha relación que forjó con Bert; sin embargo, su hija Britt nos dijo que para la señora es muy difícil hablar del tema.
Eso sí, Britt nos ayudó como intermediaria para que Judy respondiera algunas preguntas relacionadas con el costarricense.
Le lleva girasoles
El cuerpo de Bert fue encontrado por la policía el 12 de noviembre de 1988 durante una excavación en el patio de la vivienda de Puente; luego fue enterrado en el cementerio católico Saint Mary’s, en Sacramento.
En sus respuestas, Judy contó que aún visita la tumba de su amigo y que acostumbra llevarle girasoles, de las flores que más le gustaban a Bert.
También mencionó que no mantiene ningún contacto con familiares de González; la única vez que supo algo sobre ellos fue cuando se realizó el funeral de Bert ya que un hombre que, al parecer, era su tío se presentó al cementerio.
“Bert era sensible, muy amable, muy tímido, muy simpático, infantil, una persona agradecida. Recuerdo que sonreía mucho”, respondió al Judy al consultarle cómo recordaba al tico.
Mejor atención médica
Cuando Judy conoció a Bert, este vivía en un centro de rehabilitación para alcohólicos en Sacramento pese a que no tenía ninguna adicción. Ella se interesó por ayudarle a encontrar un sitio mejor, investigó el pasado González y descubrió que desde los 16 años padecía esquizofrenia (un trastorno mental); esa edad tenía cuando llegó a Estados Unidos con su familia.
“La familia de Bert vino a este país posiblemente en busca de atención médica para su enfermedad mental. Los hospitales psiquiátricos terminaron de darle un tratamiento de choque que le hizo mal y después de años se escapó de eso y de su familia por miedo a las instalaciones psiquiátricas”, contó la trabajadora social.
Poco después del primer encuentro fue cuando Judy llevó a Bert a la casa de Dorothea, quien para ganarse la confianza de Moise chineó a González unos cuantos meses.
Terrible coincidencia
Debido a la esquizofrenia y a la falta de medicamentos, Bert alucinaba y oía voces; lo que más lo aterraba era la imagen de una anciana que, según él, lo observaba desde el cielo.
“Siempre sacudía su dedo apuntando hacia el cielo, tenía miedo de esta mala mujer. Decía que lo estaba regañando”, contó Judy en sus respuestas.
Aunque todo aquello estaba en la cabeza de Bert, para Judy no deja de ser extraño que la vida de su amigo terminó siendo arrebatada por una anciana malvada, pero de la realidad: la asesina en serie Dorothea Puente.