Herson Torres Cabezas, de 39 años, vive con una bala dentro de su cuerpo, él aprovecha al máximo la vida luego de que, por un celular, recibió tres balazos que casi le cuestan la vida.
A este costarricense nos lo encontramos en el partido entre la Liga Deportiva Alajuelense y el New England Revolution, en Boston, Estados Unidos, cuando él viajó hasta allá para ver jugar a su amada Liga y accedió a contarnos su historia.
Torres vivía en Pavas junto sus padres y cinco hermanas.
Las vidas de él y de su papá cambiaron el 3 de julio del 2005. Desde aquel momento, lo único que ha hecho es luchar por salir adelante.
Él nos contó que trabajaba en una empresa colombiana de cuadernos y ese día le tocó participar en la Feria del Libro, en Pedregal, era domingo y salió del trabajo a las 7 p.m., su jefa, quien era la gerente general de esa empresa, lo fue a dejar a la casa, en Lomas del Río.
“Cuando yo llegué a la casa, me dice mi mamá: ‘ya la comida está lista’, y le digo, ‘no, ya me voy’, y me dice, ‘no, venga para darle comidita, ya la tengo lista” y le dije, ‘no, es que voy a ir a verme con mis amigos y salí de la casa y me fui para el centro, ahí en Lomas”.
Herson llegó a una heladeria donde estaban sus amigos y una amistad que estaba al otro lado de la calle, lo llamó.
Él se fue con otras amigas y su amigo le contó que lo andaban buscando para ir a mejenguear el siguiente domingo.
Herson vaciló con que él juega como defensor derecho y es bien malo para jugar.
“Yo me fui a buscar a mi amigo por las alamedas, porque yo iba a organizar esa mejenga, en eso iba con unas amigas y se me apareció un hombre, me sacó un pistola, yo lo conocía, y le digo: ‘¿cómo me va a asaltar a mí?, mi papá es Walter Torres, Guatemala’, en Pavas todo mundo lo conocía porque mi papá jugaba fútbol en segunda división con Barrio México”, relató el sobreviviente.
Añadió: “él me decía, ‘deme el teléfono, deme el teléfono, en ese entonces, 2005, yo tenía un Motorola V60 recién salido, era lo mejor que había en ese momento y yo le dije a él (al delincuente) que le iba a dar el celular, e hice a meterme el teléfono en el bolsillo y en eso él se descuidó y le di con el puño y nos fuimos al piso, nos arrastramos, él disparó todo lo que tenía, se escuchaban los balazos, ‘pa, pa, pa’”, relató.
El delincuente le pegó tres balazos, dos en el brazo derecho y uno debajo de la axila.
“La bala que me entró por la axila me perforó la costilla, el pulmón y el bazo, los últimos dos explotaron. Yo perdió el conocimiento”.
Herson nos contó que en Pavas no había ambulancia, porque no hay Cruz Roja y tuvieron que esperar 45 minutos a que llegara.
“Yo ya estaba consciente cuando llegó mi papá, mi mamá se puso a llorar, llegaron mis cinco hermanas, la gente me veía como diciendo: ‘se murió', se agarraban la cabeza y uno tratando de sobrevivir, en ese momento yo dije, ‘tengo que agarrar un pirata para irme para el hospital’, en eso llegó la ambulancia y cuando íbamos de camino pararon en la estación de Bombero de Pavas a la par del ICE, porque yo empecé a vomitar sangre, entre en shock, muchas veces sentí que hasta aquí llegue, no podía respirar, sentía que me ahogaba”, recordó.
Al valiente lo llevaron al Hospital San Juan de Dios con su mamá Lisbeth Cabezas, cuando ingresó a ese centro médico estaba en coma.
Lo último que él recuerda es que le dijeron que le iban a abrir el tórax para sacarle la sangre que tenía.
“El doctor dice que estuve ocho horas en coma, cuando me desperté mi abuela materna, María Ester, que ahora en paz descanse, estaba haciéndome cariño, yo estaba entubado y no podía hablar, entonces ella salió corriendo y decía: ‘está vivo, está vivo’, yo estuve muy grave, muy delicado, todavía tengo la bala en la costilla, no me la pudieron sacar, era más peligroso, y sí me ha ocurrido que paso por un detector de metales y suena”, contó.
A Herson le pusieron un sello de tórax, una máquina que limpia el pulmón y estuvo 22 días en recuperación, a los dos meses volvió a su trabajo y lo despidieron.
“Por lo que pasó, mi tío es ciudadano americano, y le dijo a mi mamá: ‘yo me lo llevo a Estados Unidos’ y en aquel momento me dieron un millón doscientos mil colones de liquidación, y un amigo de un amigo me prestó $5000, mi mamá vendió la casa y se fueron para Poás de Alajuela”.
Milagro
Lo más significativo para Herson es que con esa bala que tiene adentro de su cuerpo, hubo dos milagros, primero él se salvó y también su papá.
“Mi papá era alcohólico y en la capilla del San Juan de Dios le dijo a la Virgen que si me salvaba, no volvía a tomar, este año cumple 19 años que no toma, ese fue el regalo más grande de amor que me dio mi papá, él era de quedarse viernes, sábado y domingo tomando en la calle y desde ahí ni una gota, esta bala nos cambio a mí y a él, la bala nos salvó a los dos, él es muy trabajador, pero a veces hasta dormía en la calle”.
Herson se fue a New York en el 2005 con su tío a pulsearla y fue bastante duro.
“Cuando llegué me pagaban $50 por día por lavar un carro de 4 a 6 de la mañana, el señor vendía comida y yo le lavaba el carro, la freidora y todo, también trabajé en Dominos Pizza, compartíamos el cuarto con cuatro ticos más, solo había una cama, en esa vivíamos 18 personas”.
Le preguntamos a Herson qué pasó con el sospechoso de dispararle y nos contó que en su caso no pasó nada, porque el joven que lo hirió tenía 17 años, él se fue a Estados Unidos y luego supo que el muchacho estaba en una banda de Pavas y en un enfrentamiento con miembros de otra banda de Pavas lo mataron.
En la actualidad Herson vive en Estados Unidos, comentó que cuando se fue la primera vez estuvo tres años, luego se quedó 10 años en Costa Rica y hace 8 años regresó a la Yunai.
“Trabajo en el tercer restaurante más popular en New York, se llama Torrisi. Soy, desde hace dos años, asistente de mesero”, comentó.
Este valiente asegura que la bala no le ha afectado para hacer cosas que le gustan para vivir la vida al máximo.
Hace maratones, su papá era futbolista y sus tías también hace maratones.
“He participado en ocho maratones, dos en New York, cinco en Chicago, una en los Ángeles y media maratón en New York, tengo el reto de hacer las seis maratones de ‘Majors’ corro 4:20 por minuto”.
Este costarricense entrena cuatro o cinco días por semana en el Central Park, donde hace 10 kilómetros, él vive en Manhattan, a dos kilómetros del mencionado parque. Se considera muy constante en sus entrenamientos.
“Lo único que me pasa a veces es que cuando hay luna llena, siento el pulmón apretado y me cuesta un poco respirar,, pero nada más”, comentó.
Herson se siente un milagro.
“Cuando me veo en el espejo, me baño y me veo la cicatriz, que me quisieron abrir para sacarme la bala y la vieron metida en el hueso, siento que mi vida es un milagro, el poder volver a vivir y aprovechar la nueva oportunidad para crecer, hacer lo que a uno le gusta, no desaprovechar lo bonito de vivir, muchos se han ido con una bala, en Pavas muchos con una bala perdida, estoy agradecido con Dios y la vida”.
Los balazos que recibió ahora le dan razones para vivir y pensar bien antes de hacer las cosas y sobre todo a aprovechar las oportunidades.
Este tico espera en algún momento volver a Costa Rica.