Empleo Costa Rica

Joven camina kilómetros para vender prestiños y así pagarse su carrera

Adriana Aguilar es un ejemplo de que cuando se quiere trabajar y estudiar, se puede

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Adriana Aguilar Jiménez
Adriana Aguilar Jiménez vende prestiños para pagarse su carrera. (Cortesía)

Adriana Aguilar Jiménez, de 26 años y vecina de Naranjo de Alajuela, es un ejemplo a seguir para miles de jóvenes que se encuentran sin trabajo y estudiando.

Con una determinación admirable, camina varios kilómetros todos los días para vender sus prestiños, con lo que se paga su carrera y demuestra que, con esfuerzo y dedicación, los sueños son alcanzables.

Adriana Aguilar Jiménez  vendedora de prestiños en Naranjo
A Adriana Aguilar Jiménez le ayuda su suegra, doña Irene. (Cortesía).

Fue por eso que en La Teja la contactamos para que nos contará cómo inició su emprendimiento y cómo va el avance de su carrera en Bibliotecología.

Aguilar inició contando que ella siempre fue de escasos recursos, algo que a la gente a veces le da vergüenza contar.

Adriana Aguilar Jiménez
Los prestiños de Adriana Aguilar son los más buscados en la zona de Naranjo. (Cortesía)

“Bueno, cuando salí del colegio no había plata para iniciar con el estudio. Al final un tío me prestó y pude matricular algunas materias en la UNED. Cuando pedí beca, vi que no iba a poder terminar rápido la carrera, por eso mi suegra, Irene Quirós, me dio una idea, con la cual hasta el día de hoy he podido salir adelante”, narró.

Adriana Aguilar Jiménez  vendedora de prestiños en Naranjo
A Adriana Aguilar Jiménez le falta muy poco para terminar su licenciatura. (Cortesía).

Lo que pasó fue que hace cinco años, cuando su suegra vio la situación que estaba pasando, le dijo que iba a hacer bolsitas de prestiños para que saliera a venderlos.

“Ella ya tenía la receta y los implementos para hacer todo, entonces me preparaba unas 20 bolsas de y yo salía a venderlas por todo San Juanillo de Naranjo y Naranjo centro”, comentó.

Adriana Aguilar Jiménez  vendedora de prestiños en Naranjo
Adriana Aguilar Jiménez anda por todo Naranjo con un carrito. (Cortesía).

Adri contó que la venta empezó a evolucionar y que con eso ella pudo poner Internet en su casa, ahorrar y pagar más materias de las que le cubría la beca. Incluso, al día de hoy, hasta ayuda en su casa porque, como todos, también come, paga alquiler, recibos y tiene otros gastos.

Adriana Aguilar Jiménez
Adriana todos los días sale a vender. (Cortesía)

Esta pulseadora cuenta con orgullo que, gracias a todo ese sacrificio, ya sacó el bachillerato el año pasado y que ya solo le falta la tesis y el trabajo final de graduación para la licenciatura.

Después de tantos años de estar en el negocio, ella aprendió a hacer la receta de su suegra, pero detalló que igualmente doña Irene le echa el hombro.

“Como yo vivo en Dulce Nombre de Naranjo, me toca levantarme a las 4 de la mañana, para ir a la casa de mi suegra a hacer los prestiños, ya que ella tiene todo. Por lo general, a las 5:20 de la mañana empiezo a alistar la masa y mientras la dejo reposar, voy alistando la miel, mi suegra también me ayuda porque si uno los descuida, se pueden quemar”, detalló.

El emprendimiento de Adriana se llama “Prestiños doña Irene”, en honor a su suegra, que la ha visto como una hija.

La joven, al igual que muchos ticos, está sumada a la población del empleo informal, y aunque ha salido adelante, reconoce que no todo es color de rosa, pues tiene que caminar todos los días unos 10 kilómetros con su carrito lleno de productos, sumado a eso llevar sol y lluvia.

“Por más manga larga que uno ande, el sol siempre pega y en las tardes me caen los aguaceros, uno se moja, pero es lo que toca”, comentó.

Hace un tiempo, la muchacha de 26 años le puso una pausa a su labor vendiendo esos ricos productos, pero no para quedarse de manos cruzadas, fue que le salió una plaza para cubrir una incapacidad en un colegio de Naranjo, y sí, en lo que ella estudió. De hecho, contó que en ese tiempo se sentía en su charco, como decimos popularmente los ticos, porque ahí se visualizó y confirmó que eligió la carrera que siempre quiso.

Adriana Aguilar Jiménez  vendedora de prestiños en Naranjo
La deliciosa receta de los prestiños se la dio su suegra. (Cortesía).

“Cuando hice la incapacidad me encantó, porque mi puesto es el que atiende la biblioteca, ayuda en los actos cívicos, acomoda libros y otras actividades. Hice la pausa con la licenciatura porque ahorita no tengo el dinero para pagarme lo que me falta, por eso sigo con la venta de los pestiños”, detalló.

Adriana sin duda ha sido un ejemplo para sus compañeros de universidad. Es por eso que cada vez que la ven en la calle no dudan en felicitarla y darle palabras de apoyo para que siga adelante.

“La gente me dice que yo soy muy carga, por todo el sacrificio que hago. Siempre me preguntan por el avance de mi carrera, que si ya tengo trabajito, de hecho, me dicen que no conocen gente joven que se dedique a hacer prestiños”, comentó.

Esta empoderada joven confesó que a la gente le gusta su cuchara, por eso metió tamales y pan al menú.

“Aunque la gente sabe que estoy terminando la licenciatura de una carrera, y que me gusta mucho lo que estudié, también debo confesar que siento un amor muy grande por el servicio al cliente”, dijo.

El sueño de esta estudiante es concluir su carrera y tener una casa propia con su esposo, con quien se casó el pasado mes de setiembre.

“Siempre le digo a las personas más jóvenes que todos los sueños o metas que las personas se proponen se pueden lograr, que las excusas son las que están en la mente. Pero uno puede generar vendiendo popis o haciendo algo”, dijo.

Si usted en algún momento anda por Naranjo, no dude en contactar a Adriana Aguilar al 8514-6329 y apoyarla con alguno de sus productos o su elaboración estrella, la deliciosa bolsita de prestiños, que vale 1300 colones, trae dos y va con una deliciosa miel.

Fabiola Montoya Salas

Fabiola Montoya Salas

Periodista de Empleo Costa Rica, bachiller en periodismo de la Universidad San Judas Tadeo.

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