Sin poder hablar por la emoción, Ángel Gabriel, de 10 años, abrazó la guitarra y tocó tímidamente las cuerdas, escuchando por primera vez sus acordes entre los muros de su cuartito en Paracho, un pueblito entre las montañas de Michoacán.
Sin poder hablar por la emoción, Ángel Gabriel, de 10 años, abrazó la guitarra y tocó tímidamente las cuerdas, escuchando por primera vez sus acordes entre los muros de su cuartito en Paracho, un pueblito entre las montañas de Michoacán.