Ángel no pudo contener las lágrimas cuando sus tatas le regalaron una guitarra blanca, casi idéntica a la que utiliza el niño que protagonista de la película “Coco”. Este instrumento, con sus acabados dorados, salió de la ficción para convertirse en el boom de Paracho, la capital de la guitarra en México.
Sin poder hablar por la emoción, Ángel Gabriel, de 10 años, abrazó la guitarra y tocó tímidamente las cuerdas, escuchando por primera vez sus acordes entre los muros de su cuartito en Paracho, un pueblito entre las montañas de Michoacán.
Este lugar es conocido por hacer guitarras de madera que quedan puras tejas desde el siglo XVIII. Incluso, este pueblo es el principal productor de México con cerca de 900 mil instrumentos al año, muchos de ellas exportadas a Gringolandia.
Pero sus tradicionales diseños, casi siempre de madera natural, han sido reemplazados por el furor de la guitarra de “Coco”: blanca con grabados de nácar, adornada con una calavera negra y con maquinaria dorada para afinar las cuerdas.
Guitarreros y comerciantes están como locos tratando de cubrir la demanda del llamativo instrumento.
Detrás del aparador de su tienda, María Eugenia Gómez dijo que no estaba preparada para “la fiebre de ‘Coco’”.
“Si tuviera 1.000 guitarras, 1.000 vendía”, dice esta anciana, de 76 años, a quien le encantó el filme y augura que las ventas se mantendrán por largo tiempo.
La cinta de Disney-Pixar, que exalta la tradicional fiesta mexicana del Día de Muertos a través de la historia de Miguel Rivera, un niño que lucha por ser músico, ganó el fin de semana el Globo de Oro a mejor filme animado y es seria candidata al Óscar. Es también la cinta más taquillera en México de todos los tiempos.
Las experimentadas manos de Salvador Meza, guitarrero de 41 años que aprendió desde niño el oficio de su padre, trabajaron a marchas forzadas los últimos meses para crear la guitarra de Ángel y la de otros cientos de niños que también sueñan con tocar el instrumento de “Coco”.
La película, estrenada en octubre, fue un impulso muy grande para la comercialización de la guitarra, reconoce Meza en su taller de Paracho, al asegurar que desde entonces duerme tres horas al día, ya que la producción no se acaba.
De las 50 guitarras que producía semanalmente, llegó a fabricar 100.
“Normalmente trabajo en mi casa con mi esposa y un amigo, pero ahora vamos por mi comadre, mi sobrino, el otro primo para que ayuden", cuenta sonriente.
”¡Todos quedamos locos con el ‘Coco’!”, exclama, dentro de una nube de aserrín, entre sus sierras y lijas.
Mientras todos bretean, el pequeño Ángel, en Paracho, estará practicando en su guitarra nueva hasta lograr tocar la canción “Recuérdame”, que tanto le conmovió al ver “Coco”.