Ingrid Cortés Gutiérrez, vecina de Cartagena de Santa Cruz, en Guanacaste, no tiene Facebook, pero sí una fe que le cabe en el corazón y en las puntadas.
A sus 57 años, esta mujer sencilla, madre de tres hijos y casada con don Kilder Sibaja, vivió uno de los momentos más hermosos de su vida: ver, aunque fuera por unos segundos, a la Virgen de los Ángeles luciendo un vestido hecho por sus manos.
Todo empezó el año pasado cuando le tocó a la diócesis de Tilarán-Liberia participar en la vestición de la Negrita, una tradición profundamente mariana en la que distintas comunidades del país tienen el honor de confeccionarle la ropita a la patrona de Costa Rica.
LEA MÁS: Romería 2025: vean cómo Limón se está luciendo ante la Virgencita de Los Ángeles
Ingrid se enteró por una compañera de la parroquia, doña Evelyn, quien le compartió la convocatoria, porque como ella no tiene Facebook, no se había enterado.
Sin tiempo que perder, consultó al padre Hugo Ortega, párroco del Santuario Mariano Diocesano de Cartagena, quien la animó a participar.
Amor en cada puntada
Ingrid no improvisó. Desde joven aprendió el oficio de la costura y, como heredó de su mamá el amor por la Virgen, ya había hecho vestiditos para la imagen de su parroquia.
Pero esta vez era diferente, era para “la original”, como ella dice, para la Virgen de los Ángeles que habita en la basílica de Cartago.
Inspirada por su tierra guanacasteca, diseñó un vestido que en el frente tenía una Negrita pequeñita y el mapa de Guanacaste, y en la parte de atrás, una carreta, una milpa, un boyero y hasta la fachada de la iglesia de Liberia.
Todo acompañado por la frase: “Un reto a la fe del futuro”. Aunque el vestido que fue elegido para la Negrita fue el de la parroquia de Filadelfia, el de Ingrid fue el penúltimo en ser colocado. Ella y su esposo lo vieron en la tele y al verlo en la Virgencita, aunque fuera unos instantes, rompió en llanto.
LEA MÁS: Tías romeras caminan cargando la fe y esperanza de 18 corazones chiquiticos
El milagro
“Quería recuperarlo porque para mí era un regalo muy grande. El padre Hugo me dijo que lo trajera a la casa y que algún día le gustaría que regresara a la iglesia. Lo tengo en una urna. Ese vestidito está bendito”, cuenta Ingrid.
Pero lo que vendría después la sorprendió aún más. Cuando lo llevó a su casa, lo colocó entre sus dos máquinas de coser, las herramientas de su taller de confección de uniformes y bordados.
De pronto, ambas se le descompusieron. Desesperada, se arrodilló ante el vestidito y le pidió ayuda a la Virgencita con todo el corazón. Le pidió una nueva máquina para seguir trabajando y, en menos de dos semanas, gracias al apoyo de su hija y un préstamo que salió rápido, logró comprar una máquina industrial que había soñado por años.
“Ese vestido regresó a la casa porque tenía un propósito. La Virgencita me mandó su bendición. Desde hace años soñaba con esa máquina y siempre decía: ‘¿Cuándo será el día’”, dice emocionada.
Entre lágrimas y dulces
El año pasado fue especialmente duro para Ingrid. Perdió a su hermano el 10 de agosto, justo días después de que celebramos a la Negrita. Él era muy devoto y, según ella, en sus últimos días en el hospital decía que la Virgencita llegaba a verlo.
Ella estaba haciendo dulces, como lo hacía su mamá para donarlos a la Virgen, cuando llegó la noticia de su partida.
“El dolor era muy grande y justo ahí fue cuando se dañaron las máquinas. Pero ella me ayudó. Me dio una máquina nueva y me cambió la vida”, asegura.
Desde que ese vestidito llegó a su casa, dice que el ambiente cambió, que todo se siente más sereno, más protegido.
“Puse a la Virgencita a la par de la máquina, porque sé que ella me la reparó. Ella me cuida. Tengo dos hijos en San José y uno aquí. Sé que me los protege”, afirma.
Tradición de amor
Ingrid lleva más de una década haciéndole ropitas a las imágenes marianas. El primero lo hizo en 2013 para una que tiene en casa. En el 2016 le hizo dos más a la de su parroquia. “Una vez vi en el periódico a una señora que los hacía bordados y me dije, algún día haré vestiditos así. Y vea, la vida me dio esa oportunidad”, cuenta con una sonrisa que se siente en su voz.
Este año ya tiene dos cortados y es que todos los años, para estas fechas, se pone manos a la obra.
“Una vez dije que no iba a hacer dulces ni cajetas, pero terminé haciendo como 30 vestiditos para que la parroquia los vendiera. Eso me ha traído muchas bendiciones. Yo a ella le pido salud, fuerzas para trabajar, que no me falten clientes… y vieras que todo el año tengo trabajo”.
Protegida por la reina
Ingrid no tiene dudas de que el vestidito que le hizo a la Negrita la protegió y le respondió. La fe con la que lo cosió quedó bordada en cada hilo. En su casa de Cartagena, entre máquinas y estampas, la imagen de la Negrita ocupa un lugar especial, como en el corazón de tantos costarricenses.
LEA MÁS: Romería 2025: Turistas dominicanas se enamoraron de la Negrita
“Yo siento que mi casa está muy protegida por ella. Así es cuando uno tiene fe. Ese vestidito me cambió la vida”, asegura cargada de devoción.